teclas negras
un pingo que no sabe nada de mares, un burrito apoyado en el alambrado, un entrerriano bajo que lo nombró refucilo al potrillo. entre dos acacias blancas las nubes viajan sin agua, y el melilotus atrapa la luz divergente que el aire tibio, antes, intentó amansar. miro mis manos a contraluz, esas mismas manos que en un sueño lejano gustaron de vivir en las teclas negras de un sampán.